miércoles, 21 de noviembre de 2012

Cap. 110°: "Como en los viejos tiempos..."

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—Sí, lo sé…

Hubo un silencio incómodo, lo cuál me pareció raro porque mi abuelo era de esas personas que hablaban hasta por las orejas, siempre tenían un tema de conversación aunque sea para sacarte una sonrisa, pero ahora diferente. Sé que si le decía lo del embarazo probablemente se enoje demasiado, aunque sé que no sería por mi mamá, sé que sería por mí, porque yo sabía que una de las cosas que más odiaban mis abuelos era que fuera infeliz, y que ellos darían todo lo posible por verme feliz.

—¿Qué es de almuerzo? —pregunté para romper el hielo.
—¡Sorpresa! —exclamó él con una sonrisa como si todo volviera a la normalidad.
—Mmm… bueno está bien —lo miré sonriente—, iré a mi habitación a dejar mis maletas, ¿está bien?
—Ya —dijo él—, te muestro cuál es.

Me pareció un poco raro que me dijera “te muestro cuál es” ya que sólo había una habitación más, pero yo nunca tuve acá pues tenía mi casa, así que pensé que tal vez habrían hecho una habitación más, pero no importó, sólo lo seguí.

Agarré la maleta más pesada y con cuidado para no malograr el piso ni las escaleras la fui subiendo, ya que si aparecía una raya en el piso lo más probable es que mi abuela me matara, ya que ella era la persona más ordenada y limpia del mundo y detestaba que le malograran las cosas. Cuidaba cada una de sus cosas con su vida.

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—Llegamos —dijo él apoyado en el marco de la puerta.
—¡Wooooooow!  —exclamé realmente impresionada.

Definitivamente era la habitación perfecta para mí, sencillamente era perfecta y la amaba. Me enamoré. Era sencillamente hermosa, bella. 

 —¿Te gustó? —me preguntó mi abuelo.
—¿Qué si me gustó? —lo miré—, me encantó.

Y dicho eso me volteé para abrazarlo fuertemente, era bellísimo.  

—¡Muchísimas gracias! —exclamé— ¡eres el mejor! Bueno, los dos. 


—Sí, lo sé…

Hubo un silencio incómodo, lo cuál me pareció raro porque mi abuelo era de esas personas que hablaban hasta por las orejas, siempre tenían un tema de conversación aunque sea para sacarte una sonrisa, pero ahora diferente. Sé que si le decía lo del embarazo probablemente se enoje demasiado, aunque sé que no sería por mi mamá, sé que sería por mí, porque yo sabía que una de las cosas que más odiaban mis abuelos era que fuera infeliz, y que ellos darían todo lo posible por verme feliz.

—¿Qué es de almuerzo? —pregunté para romper el hielo.
—¡Sorpresa! —exclamó él con una sonrisa como si todo volviera a la normalidad.
—Mmm… bueno está bien —lo miré sonriente—, iré a mi habitación a dejar mis maletas, ¿está bien?
—Ya —dijo él—, te muestro cuál es.

Me pareció un poco raro que me dijera “te muestro cuál es” ya que sólo había una habitación más, pero yo nunca tuve acá pues tenía mi casa, así que pensé que tal vez habrían hecho una habitación más, pero no importó, sólo lo seguí.

Agarré la maleta más pesada y con cuidado para no malograr el piso ni las escaleras la fui subiendo, ya que si aparecía una raya en el piso lo más probable es que mi abuela me matara, ya que ella era la persona más ordenada y limpia del mundo y detestaba que le malograran las cosas. Cuidaba cada una de sus cosas con su vida.

—Llegamos —dijo él apoyado en el marco de la puerta.
—¡Wooooooow!  —exclamé realmente impresionada.

Definitivamente era la habitación perfecta para mí, sencillamente era perfecta y la amaba. Me enamoré. Era sencillamente hermosa, bella. 

—¿Te gustó? —me preguntó mi abuelo.
—¿Qué si me gustó? —lo miré—, me encantó.

Y dicho eso me volteé para abrazarlo fuertemente, era bellísimo.  

—¡Muchísimas gracias! —exclamé— ¡eres el mejor! Bueno, los dos.
—Bueno, te dejo para que te instales.
—Está bien —sonreí.

Lo primero que hice fue tirarme encima de la cama como una niña pequeña y me puse a revisar cada cosa que había en esa habitación. ¡Estaba hecha para mí! Hacía que estar aquí, fuera una de las cosas que más amaba en el mundo aunque sin tener esta habitación igual lo sería.

Dejé mi maleta a un costado y me di cuenta que en mi habitación también tenía un baño. Yo sé que no venía hace algunos meses a esta casa, pero jamás había un baño acá. Así que supongo que mis abuelos realmente estaban emocionados porque vuelva lo que realmente me alegraba. Pensaba estrenar la ducha, pero realmente me moría de hambre y quería ir a almorzar por eso, bajé las escaleras para ir a la cocina.

-En la cocina-

Me di cuenta que mi abuela acababa de terminar de hablar con mi mamá, después de casi media hora.

—¡Al fiiin! —exclamé cuando me entregó el celular—, ¿y qué tal todo?
—Bien —pude ver una sonrisa en su rostro.
—¿Habló con ________(tu abuelo)? —pregunté.
—Sí, justo me acaba de entregar el teléfono. No hablaron mucho tiempo, pero sí… lo hicieron.
—¿Y ahora todo está bien? —cuestioné con una sonrisa esperando que la respuesta sea un “sí”.
—Sí —afirmó—, todo está bien.
—Bueno, ¿y comemos? —dije sonriendo.
—Está bien, ya sirvo —dijo ella.
—No, yo te ayudo.
—No, no, ve y siéntate y conversa con ________(tu abuelo).
—Está bien —acepté—, pero sólo porque estoy cansada, pero a la próxima sí te ayudo.

Aunque yo sabía que una de las cosas que más odiaba mi abuela era que yo le esté ayudando en este tipo de cosas porque pensaba que esas eran cosas que yo no debía de hacer, y siempre estuvo en desacuerdo cuando mi mamá me hacía recoger el servicio, pero bueno, ella jamás me dijo que sirviera la comida, pero como ya estaba acá y mi mamá me había dicho que debía de “ayudar”, no quería terminar siendo una carga, sino más bien ayudarlos para que se sientan augustos con mi presencia, aunque sabía de antemano que era así.

Me fui a la mesa y me puse a conversar con mi abuelo de cómo estaban las cosas o bueno lo típico que conversar con una persona que no ves hace mucho tiempo, era una de las cosas más fácil y agradables del mundo sostener una conversación con mi abuelo, claro, siempre y cuando no haya ningún televisor enfrente de él, pues debía de decir que era su vicio, si tuviera vida se casaría con el televisor.

—¿Cuántas horas son de diferencia? —me preguntó él.
—Más o menos unas 6 horas.
—O sea que para ti serían más o menos las 7 de la noche.
—Algo así —le dije—, pero supongo que ya me acostumbraré.
—Sí, pero mañana te quedarás dormida hasta tarde. ¡Vas a ver!
—No creo —dije soltando una carcajada—, no gastaría mi día inútilmente durmiendo.
—¡Te acordarás de mí!

En ese preciso momento,  vino mi abuela con un gran plato de ensalada de manzana para que nos sirviéramos. Era mi ensalada favorita, aunque mayormente la comíamos en Navidad.

—¡Ensalada de manzana! —exclamé—, ¡qué rico!
—Justo me acordé de ti cuando la iba a preparar —me dijo ella sonriendo.
—Gracias —sonreí.

Mi abuela se sentó con nosotras, mientras mi abuelo servía la ensalada en dos platos, cuando terminó, me dio uno a mí y otro para mi abuela.

—¡Ay! —exclamó mi abuela— me olvidé tu plato, espera, ya vengo —dijo ella mientras se levantaba.
—¿Plato? —cuestionó él—, ¿para qué? Si ya tengo.

Y se acercó el plato, bueno, mejor dicho fuente con ensalada.

—¡________(tu abuelo! —dije—, ya pues, ¡no molestes!
—_________(tu abuelo) —dijo riendo—, ya, no la molestes.
—¿Molestarla? —preguntó con una voz exagerada, como si no hubiera hecho nada—, no estoy haciendo nada, sólo voy a comer.
—Ya. No le hagas caso —me dijo mi abuela—, tú sabes como es.
—¡Ay, preciosa! —dijo mi abuelo y me acarició la mejilla—, tú no cambias, ¿verdad?
—Jamás —dije yo.

¿Se acuerda que cuando estaba en Atlanta no comía? Bueno, ahora que estaba acá estaba segura que lo haría. Allá no comía porque estaba en depresión por lo que había sucedido con mi papá, pero ahora que estaba acá no era que me olvidara, pero sencillamente me distraía porque estaba con gente que amaba, que me hacía feliz, y bueno… También mi abuela cocina demasiado rico, y bueno cuando yo vivía aquí siempre me peleaba por la comida, aunque sea por un grano de arroz, pero igual lo hacía.

Mi abuela volvió a la mesa con un plato para que mi abuelo se sirviera y comenzamos a hablar.

—________(tu nombre), estás un poco pálida —me dijo mi abuela—, también te vi un poco pálida en el aeropuerto, pero ahora te veo más pálida. ¿Estás bien?
—Sí —contesté—¸supongo que por el viaje.

Obviamente yo sabía que no era por eso, era porque no estaba comiendo tanto, pero tampoco le quería decir nada, sería preocuparla por las puras porque ya estaba comenzando a comer mejor  y seguramente a mi abuela le daría un ataque, porque ella se preocupa demasiado por estas cosas.

—Está bien —dijo ella—, pero si te sientes mal no dudes en decírmelo a mí o a ________(tu abuelo), ¿ya?
—Ok —sonreí—, no te preocupes.

Seguimos comiendo, hasta que terminamos la ensalada y mi abuela se levantó a traernos el segundo. Trajo una fuente de fideos y luego otra con asado. 

—¡Fideos con asado! —exclamé.

Amaba cuando mi abuela preparaba fideos, sea como sea, los preparaba deliciosos. Definitivamente, amo como cocina.

Me serví, igual que todos y nos sentamos a conversar y comer como antes. Hablábamos de varias cosas.

—Oigan… —dije—, ¿puedo pedirles un favor? —le pregunté.
—Claro —respondió mi abuelo.
—¿Me pueden llevar un día de estos al cementerio a ver a mi papá?

Vi como sus rostros que segundos antes habían estado con varias sonrisas y hasta riendo de pronto se convirtieran en seriedad. Ellos sabían que eso me dolía, tal vez era el porqué de tanta seriedad después de haber estado tan felices.

—¿Podrían? —volví a decir para que me respondieran.
—Cuando quieras preciosa —dijo mi abuela.
—Sí, no te preocupes. Cuando tú quieras.

Quería pedirlo ahora que los dos estaban presentes para que de todas maneras pueda ir. De verdad quería ir, de verdad quería hacerlo, sólo quería tener un tiempo con él ya que no tenía otra forma de hacerlo y más aun que ahora estaba acá.

—Gracias —sonreí.

Seguimos platicando de varias cosas, ninguna en especial.

—¿Voy a poder ver hoy a mis amigas? —pregunté.
—Si deseas —dijo mi abuela—, pero ¿no quieres descansar primero? Y bueno, en la noche quería que me acompañaras un rato al club.
—Sí bueno, estoy muerta —dije—, pero ¿por qué al club?
—Porque tengo una reunión con mis amigas y te querían ver, ¿me acompañas?
—Bueno, está bien.

Me pareció un poco raro, ya que normalmente a esas reuniones sólo habían señoras y nunca habían personas de mi edad, pero bueno también había la razón de que me había ido por algunos meses y la gran mayoría de las amigas de mi abuela me conocían desde que nací o tal vez mucho antes, si saben a lo que me refiero.

—Pero bueno, me despiertas cuando quieras ir para que me des tiempo para ducharme y todo eso —le dije.
—Ok.
—Supongo que mañana veré a mis amigas, entonces —dije.
—Sí —dijo ella—, porque no creo que ahora tengas tiempo.
—Bueno y aparte de eso no tengo como comunicarme con ellas —les dije—, o sea por BBM, pero están en el colegio y todo eso. Supongo que ya saben que llegué, aunque ninguna me habló y no tengo batería para hablarles y me da flojera.
—Pero bueno, ya tendrás tiempo. Acabas de llegar, todavía te faltan unos días —me dijo mi abuelo— y podrás disfrutar plenamente.
—Sí, y bueno no tenía muchas ganas de salir.

Realmente me moría por ver a mis amigas, pero también estaba agotada y bueno como iré al club tal vez veo a  alguna “tía” o a alguna de las mamás de mis amigas cosa que ya me puedo contactar con alguna de ellas y ¿quién sabe? Tal vez mis amigas están ahí, aunque lo dudo demasiado, ya que si lo pensamos bien ellas no tendrían nada que hacer ahí.

—Quiero un perro —dije inoportunamente.
—¿Para qué? —me preguntó mi abuela— si siendo realistas, no lo vas a cuidar y aparte hay que darles mucha atención, hay que estar muy pendientes de ellos, etc.
—Pero yo sí lo voy a querer y voy a hacer que sea feliz —le dije a mi abuela.
—¡Vas a ver como te dura eso una semana! —dijo ella—, tu mamá y tu tía han tenido 7 perros y quién al final se encargó fui yo.
—Pero yo no soy como ellas, yo soy diferente, más responsable —le dije poniendo una entonación especial para tratar de hacerlo más realista.
—Puedes ser todo lo que tú quieras —me dijo mi abuelo—, pero a la hora de la hora vas a ver que no vas a cambiar en lo absoluto.
—¿Por qué no son capaces de confiar en mí? —les pregunté—. Ya voy a cumplir 15 años, se supone que ya soy grande y lo suficiente madura como para poder hacerme responsable de una pobre criatura.
—Nadie dice que no —trató de arreglarlo mi abuelito.
—¿Nadie dice que no? —cuestioné— ¡lo dijeron descaradamente ¿y ahora lo niegan?!
—Pero hazme caso —dijo mi abuela casi interrumpiéndome—, vas a ver que al final te vas a aburrir y ni les vas a hacer caso.
—¡No es eso!

Seguimos discutiendo un rato más sobre el tema, hasta que terminamos de comer y yo agarré mis platos para llevarlos a la cocina.

—No los lleves —me dijo mi abuela—, yo los llevo.
—No, yo no soy ninguna inválida y te puedo ayudar —le dije a mi abuela.

Realmente, a mí no me gustaba ayudar a nadie, cuando mi mamá me decía lo hacía con la peor cara del mundo porque realmente odiaba levantar mis platos y porque después de eso tenía que lavar el servicio, pero con mi abuela era diferente, porque ella me consentía en todo y me gustaba ayudarla para no ser una carga para ella y más ahora que estaba en esta situación.

—Provecho —le dije, sonreí y los levanté—, gracias, estaba rico todo.
—Provecho —me respondieron los dos en coro.

Cuando fui a dejar mis platos a la cocina, estaba también mi abuela lista para lavar el servicio.

—¡Estoy muerta! —exclamé.
—Bueno, corre a descansar —me dijo mi abuela— cosa que estás bien para ir a la reunión de la noche, ¿te parece?
—Está bien —contesté sonriendo—, iré a mi habitación, ¿sí? Me levantas con anticipación para bañarme y arreglarme.
—Ok. Ve, no te preocupes, yo te despierto.

Fui corriendo a mi habitación. A esa habitación tan perfecta y me tiré en la cama para dormir un rato.

—¿Por qué no me hablaste durante todo este tiempo? —me preguntó.
—No lo sé —respondí secamente sin mirarlo a los ojos—, ¿importa demasiado?
—¿Importa demasiado? —cuestionó incrédulamente—, no sé, dime tú.
—No quería hablarte y ya —sentencié.
—¿Por qué? ¿Qué te hice? Todo estaba tan perfecto… —terminó la oración sin ánimos y con nostalgia.
—Porque no me quería sentir culpable cuando hiciera algo. No quería tener el remordimiento todo el día en mi cabeza… ¡entiende!
—¿Cuándo hicieras algo? —cuestionó torpemente.
—Sí —respondí casi en un susurro.
—¿Qué hiciste? —preguntó él como si no sintiera absolutamente nada en ese momento.
—… 


sábado, 3 de noviembre de 2012

Cap. 109°: "Adiós Atlanta, hola vida".

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Por suerte ya había llamado a mi mamá y estaba toda lista para emprender todo este viaje, aunque sería un poco cansado, pero ahora estaba confundida por Christian, cuando vi a Justin por última vez parecía tener todo tan claro, pero ¿ahora? Está todo completamente diferente, estoy muy confundida, no sé que hacer. No sé que sería mejor que hacer, ¿quién sabe todo lo que podría suceder en un mes? ¡Un mes son 30 días! No es poco tiempo, podrían suceder un montón de cosas y aunque no quería hacerlo, también me di cuenta que sería el tiempo perfecto para olvidar: olvidar todos estos problemas inútiles, olvidar absolutamente todo, como si jamás hubiera pasado. Olvidar todo lo que me lastimaba y me confundía, olvidar cada cosa negativa y empezar desde cero cuando regresaría, duela a quién le duela, pues siendo sincera no terminé muy bien aquí. No quería olvidar a Justin, tampoco a Christian, pero las cosas son diferentes de como pensé que serían y realmente me encontraba confundida.

¿Sería un mes perfecto para olvidar? No lo sabía, pero prefería dejar todo en manos del destino, pero sobretodo ¡DISFRUTAR!

Lo último que recuerdo es que cerré los ojos. Después de eso, me levantaron las aeromozas para comer algo y de ahí volví a dormir. Todo el viaje me la pasé durmiendo, no estuve despierta ni un segundo, seguramente sería la tensión o más bien la emoción.

Dijeron las típicas palabras cuando el avión aterrizaba. Dijeron como estaba el clima y qué hora era, aunque yo ya sabía eso, y bueno acá era verano, así que me quité la casaca que tenía encima. Normalmente, hubiera esperado en que todo el mundo pasara y ser la última, pero esta vez era todo diferente, así que agarré mis cosas y básicamente me fui corriendo para que fuera una de las primeras personas en bajar.

Minutos después…

Ya tenía mis maletas y ahora estaba yendo a que mis abuelos me reciban. No los veía hace mucho y realmente estaba demasiado emocionada.

Buscaba por todos los lugares posibles sus rostros o algo parecido, pero realmente había muchas personas, hasta que por fin encontré a dos personas, un hombre y una mujer, el primero sería el más alto y ella estaba con los brazos levantados y un cartel diciendo mi nombre y buscándome.

Las lágrimas en ese momento vinieron sin pensarlos dos veces, la emoción era algo que predominaba en estos momentos y fui corriendo hacia ellos y apenas los tuve enfrente les di un abrazo, esos de “te extrañé tanto”. No podía dejar de llorar, era algo que realmente había esperado con anhelo cada día que pasaba en Atlanta. Aunque suene tonto, volví a sentir felicidad dentro de mí y “vida”, aunque suene un poco estúpido.

 —¡Los extrañé tanto! —exclamé entre lágrimas, ahora soltándolos para saludarlos uno por uno.
—Nosotros también —dijeron los dos en coro sonriendo al verme.
—_________(tu nombre), ¿cómo has estado? —me preguntó mi abuelo sonriendo, mientras me abrazaba y yo le daba un beso en la mejilla en forma de saludo.
—¡Bieen! —sonreí—, pero ahora mejor que los veo.
—¡Precioosa! —exclamó mi abuela entre lágrimas abrazándome—, ¿cómo has estado? ¡Estás preciosa!
—Bien, pero no llores, ¿sí? —me alejé para secarle las lágrimas—, los he extrañado demasiado a los dos. ¡Me han hecho muchísima falta!

Mientras seguíamos conversando yo iba empujando mis maletas hacia donde ellos caminaban para llegar al carro.

—¿Y ustedes cómo han estado? —pregunté—, ¿todo bien?
—Bien —contestó mi abuelo—, todo bien por suerte y tranquilos que es lo bueno.
—Sí —sonreí.

Estuvimos hablando de varias cosas hasta que llegamos al carro y mi abuelo se puso a manejar hacia la casa. Sería un viaje un poco largo, ya que de donde estábamos teníamos que viajar un promedio de hora y media para llegar adonde vivíamos.

—¿Y cómo estuvo tu viaje?  —me preguntó mi abuela.
—Bien, aunque me pasé todo el rato durmiendo y sólo me despertaron para comer.
—¿Y no has comido nada hasta entonces? —cuestionó ella preocupada.
—No, pero tampoco tengo hambre —respondí sabiendo adonde iría todo esto.
—Bueno, si tienes hambre me avisas porque te traje tus galletas favoritas —me dijo ella sonriendo—, aunque llegaremos a la casa a la hora del almuerzo.
—¡Y ese almuueerzo que te espera! —continúo mi abuelo.
—Sí —sonreí.

Después de eso no recuerdo más. Me quedé completamente dormida, estaba exhausta, supongo que porque me quedé hasta tarde la noche anterior y no pude descansar bien.

—Te adoro —me dijo—, eres preciosa.

Estar con él mientras nos mojábamos en aquella hermosa playa, cuando sentía que este momento sería eterno, pues siempre lo tendría guardado, en mis recuerdos. Esa sensación de no querer que nunca acabe, hacía el momento más perfecto.

—¿Y yo no? —le pregunté sonriendo—, eres lo mejor que me ha pasado en la vida, ¿sabes?
—Tú también mi amor —hizo una pequeña pausa—, no quiero hacer de esto un momento de  tu vida, sino algo que dure siempre, que no tengas que estar sola en tu habitación recordando algo porque estarás viviendo nuevas cosas conmigo.

No me gustaba llorar en frente de las personas mucho menos de él, pero no entiendo porque las lágrimas comenzaron a recorrer mi rostro.

—No llores preciosa.

No dije nada, pero él se acercó a mí me abrazó, me sentía mejor así.

—Pero ¿por qué dices eso? —le reclamé—, tú sabes que no es así, lo sabes a la perfección. Sabes que jamás será así.
—No mi vida, va a ser así si los dos lo deseamos —me aseguró.
—Después de eso no… —las lágrimas salían descontroladamente.
—Pero discúlpame, no fue mi intención… ya hablamos de esto, ¿no era que lo ibas a olvidar?
—¿Cómo olvidar algo que me ha hecho y me sigue haciendo tanto daño? —le pregunté con la cara entre las manos sin ganas de querer mirarlo o si quiera saber algo de él.

Todos esos momentos hermosos que estaba pasando con él ahora mismo se convertían en deseos de desaparecer de ahí y estar lejos sin tener que volverlo nunca más.

—Pero te amo, ¿acaso no es lo que importa? —me dijo él en un intento de desesperación para que yo me calmara.
—No, no importa.
—Pero todos cometemos errores.
—Nunca como esos —le dije.
—¿Y acaso tú nunca hiciste algo así? —cuestionó él.
—¿Hacer qué? —pregunté molesta—, no soy tan estúpida, yo sí te quiero de verdad. Jamás haría algo para destrozarte de esa manera la vida.
—No te la destrocé, no exageres _________(tu nombre) —me dijo.
—Claro, probablemente mi vida entera no, pero si todo lo que llegué a sentir por ti: parte de mi vida, por eso llegaste a ser —dije molesta.
—¿Y entonces dime qué rayos hago?  —alzó un poco la voz porque estaba molesto.
—No sé, todo está mal.
—Pero estábamos tan bien.
—¿Cómo diablos quiere que este bien si todo es así? Si eso jamás va a salir de mi mente, si siempre va a permanecer ahí pase lo que pase. ¡Es estúpido!
—Eso fue hace mucho tiempo, ¡ya pasó! —exclamó él.

Y fue justo en ese preciso momento cuando todos los malos recuerdos de ese día vinieron a mi cabeza…

Abrí los ojos apenas pude, sólo para saber donde estábamos. Ya estábamos entrando a donde vivíamos, pero extrañamente sentía un dolor en el pecho, tal vez era por el sueño, pero era algo que me fastidiaba, pero decidí ignorarlo.

Cerré los ojos nuevamente… el sueño que había tenido era raro, no recuerdo mucho el rostro del chico, pero era una voz que me sonaba familiar, sin embargo, no puedo reconocer quién era realmente, aunque era un simple sueño, pero justo me levanté cuando iba a saber que era eso que pasó hace “mucho tiempo”, pero decidí no prestarle atención y mucho menos ahora que estaba acá. Finalmente, era un sueño tonto.

—¡Ya estamos llegando! —escuché a mi abuela decir.

Me paré, sobándome los ojos y observé el paisaje. Me enamoré, era precioso, hace unos cuantos meses que no venía acá, pero todo estaba exactamente igual, parecía que el tiempo hubiera pasado en vano porque sentí que jamás me había ido, que siempre estuve acá.

A esta hora probablemente estarían regresando del colegio para almorzar o algo parecido, pues aún era Noviembre y la mayoría salía de clases en Diciembre, pero justo por estos días venían unos cuántos feriados, así que no importaba porque igual pasaría tiempo con mis amigos.

—Todo está exactamente igual… —dije sin salir de mi sorpresa.
—Sí, las cosas no han cambiado mucho —me respondió ella.
—¡Qué bien se siente estar acá nuevamente! —exclamé sonriendo.

Estaba viendo las casas cuidadosamente, hasta llegar a la de mis abuelos, la cual adoraba, era sencillamente perfecta, era la casa más hermosa que había visto. Sencillamente, ahí estaba mi vida, los mejores recuerdos mayormente son de ahí.

Llegamos a la casa y mi abuelo estacionó el auto. Yo apenas pude salir, respiré profundamente y era sencillamente “Hogar”, mi hogar. Saqué mis maletas lo más rápido que pude, porque no quería perderme ni un segundo de todo esto.

Una vez que entré a la casa todo era mejor, volví a sentir que jamás me fui, que siempre me quedé ahí, un montón de cosas vinieron a mi cabeza y en especial ese delicioso olor del almuerzo, pero en ese momento me acordé que tenía que llamar a mi mamá. No quería llamar a Justin ni nadie, probablemente me vendrían varios recuerdos que definitivamente no quería traer a mi cabeza en ese preciso momento.

—¿Mamá?
—¡________(tu nombre)! —exclamó alegremente ella—, ¿cómo estás? ¿qué tal estuvo tu viaje? ¿Llegaste bien?
—Sí, todo bien —contesté—, acabo de llegar a _______(tu ciudad), perdón por no llamarte cuando llegué al aeropuerto, es que estaba demasiado emocionada y cuando entré al carro me quedé dormida y básicamente acabo de despertar.
—No te preocupes, hija —me dijo ella— ¿y cómo están _________(tus abuelos)?
—Bien, están bien. ¿Quieres hablar con ellos?
—¿Pero no están ocupados? —me preguntó ella.
—No, justo acaban de entrar a la casa. ¿Te paso con ellos?
—Está bien —la escuché un poco nerviosa.

Me puse el celular cerca del pecho.

—________(tu abuela), es mi mamá —le dije—, quiere conversar contigo, bueno con ustedes —dije ya que estaba presente mi abuelo.
—A ver… —dijo ella un poco sorprendida—, pero ¿y tu saldo?
—Es ilimitado si hablo con mi mamá, así que no importa.
—Esta bien —dijo ella más tranquila.

Le pasé el celular para que se pongan a conversar.

La verdad es que mis abuelos y mi mamá habían estado un poco distanciados por toda esta situación desde que se casó y se fue a vivir a Atlanta, ya que ellos para empezar jamás estuvieron de acuerdo con que mi mamá y Rafael fueran pareja, pero creo que más que todo fue por mí y no tanto por él, pero lo que sí les chocó fue cuando mi mamá se fue a vivir a Atlanta sabiendo por todo lo que yo estaba pasando: la muerte de mi papá. Desde ahí, la distancia se volvió verdadera entre ellos, estuvieron molestos, pero a mí no me agradaba esa situación porque los adoraba y no quería que se separaran totalmente de nosotras, y digo nosotras porque también implicaba a mi mamá. ¿Qué más quedaba? Si finalmente éramos una familia y sería torpe separarnos más.

—¿Y cómo está tu mamá? —me preguntó mi abuelo, aunque con seriedad y sin mirarme a los ojos.
—Está bien.
—¿Y tú cómo estás con ella?
—Finalmente arreglamos toda la situación, ya todo está bien, aparte, ¿qué más me queda? No puedo estar peleada con ella por unos meses más, finalmente, es la única persona que me quedaba en Atlanta, ya que ustedes están acá. Finalmente, es mi mamá, ¿no? La amo, así se haya equivocado.

Me sorprendí a mí misma al ver que esas palabras estaban saliendo de mi boca, sonaba más madura y no la misma chiquita inmadura de siempre, pero sabía que era la verdad y cualquiera podría saberlo.

—Eso está bien, no tienen que estar peleadas. Es mejor así, y como tú dices finalmente es tu mamá y ella mataría por ti.
—Sí, lo sé…

Hubo un silencio incómodo, lo cuál me pareció raro porque mi abuelo era de esas personas que hablaban hasta por las orejas, siempre tenían un tema de conversación aunque sea para sacarte una sonrisa, pero ahora diferente. Sé que si le decía lo del embarazo probablemente se enoje demasiado, aunque sé que no sería por mi mamá, sé que sería por mí, porque yo sabía que una de las cosas que más odiaban mis abuelos era que fuera infeliz, y que ellos darían todo lo posible por verme feliz.